Criadas y Señoras
¿Cuántas veces al año vas al cine? ¿Nunca te ha parecido que siempre ves la misma película una y otra vez? ¿Siempre la misma historia comercial ahora unos magos en la mística escuela de hechicería Hogwarts, ahora unos vampiros con insomnio en la oscura y gris ciudad de Forks? ¿Por qué no echar la vista atrás a un tiempo en el que al cine sólo se iba una vez al año y había dos puertas? Sí, dos puertas una para blancos y otra para negros. Es el caso de “Criadas y Señoras” (The Help si prefieres las versiones originales), una película ambientada en Jackson una pequeña ciudad del estado de Mississippi, considerado el más pobre de los Estados Unidos de América, en los años en que empezaba a escucharse el eco de la lucha por los derechos civiles de la mano de Marthin Luther King.
Skeeter, protagonista de la historia, es una joven escritora en busca de algo rompedor que escribir con lo que poder impulsar su carrera, perteneciente a la élite social blanca pero con algo que la distingue de todos ellos, el amor que siente hacia la criada (negra) que le enseñó todo lo que sabe debido a la ausencia de sus padres. Esto le impulsa a tratar de entrevistar a todas las sirvientas, dándoles voz para que, desde el anonimato pudiesen denunciar a las injusticias a las que estaban sometidas por las familias para las que trabajaban que, desde la ignorancia, se convertían en sus dueños y las trataban como si fuesen animales, meros portadores de enfermedades que, sin embargo, cuidaban y alimentaban a sus hijos blancos para que creciesen y se convirtiesen luego en sus dueños olvidando todo el amor que de ellos habían recibido.
Es una película desgarradora que describe fielmente la sociedad americana de no hace demasiados años, pero en la que todavía cabe una chispa de humor a la mezcla haciendo que no resulten demasiado empachosas las dos horas y media de película. Se puede salir lagrimeando de la sala, riendo, pensando o simplemente indiferentes, pero merece la pena atreverse a conocer algo nuevo dentro del cine que frecuentamos casi cada semana y, quien sabe, puede que este sea el primer paso para acercarnos a otro tipo de cine, más humano y un tanto menos comercial, gracias al que al menos yo salí pensando en algo más allá del sexo gratuito de “Fuga de Cerebros” o la acción sin argumento de “Acero Duro”. Por Alejandro Guerrero
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